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La historia de la tilde y el apóstrofo v2.0

No mucho tiempo atrás, existió una tilde muy bella, carismática y flotante. La gente la usaba con orgullo en todos sus escritos y era razón de felicitaciones en las escuelas. Su nombre era Martina.




¡Hola, soy Martina! Estoy INCLINADA porque soy una TILDE.



En otro país muy lejano, largos kilómetros al Norte, existió un apóstrofo muy fuerte, frío y orgulloso. Sin embargo, era amado por todos en su ciudad. Sus habilidades, únicas en el planeta, facilitaban  la escritura. enormemente. No era simplemente un signo ortográfico, ¡era una moda! Se llamaba Scott.



Hey, I am Scott, the APOSTROPHE. I am absolutely STRAIGHT.



Volviendo al Sur donde empezamos: Martina tenía una amiga, Ludmila, que la llevaba a todos lados en su diario. Martina era muy feliz porque Ludmila viajaba mucho y eso la hacía conocer el mundo (que, alguna noche específicamente estrellada, fue su mayor deseo).

Scott también tenía amigos. Muchos. Y muchos de ellos tenían laptops. Y ahí viajaba él, también, pero en la laptop de alguien a quien le tenía un cariño especial: Ethan. Este joven, tan amante de la aventura como Scott, lo cargaba a todos lados. Cada vez que su laptop se abría, Scott se encontraba en un lugar diferente.

Un día, sin razón aparente más que el mismo destino (para lo que lo creen), Scott se despertó en Argentina. Quizás era trabajo, quizás una visita esporádica. Nunca conocía bien las razones de sus viajes, sólo que el dueño de esa laptop en particular tenía su cronograma constantemente lleno.

Ludmila era amante de la naturaleza, así que todos los días salía de paseo con Martina a escribirla en su diario mientras descansaba en alguna plaza. Ese día tan particular y falto de razones lógicas no fue excepción a esta costumbre. Martina notó que su amiga describía a un hombre de porte muy diferente a los hombres de los que hablaba Ludmila todos los días. El pelo rubio, los ojos claros, traje... incluso, una notebook. "¡Rarísmo!". Era, justamente, Ethan, que había salido de una reunión y estaba agotado. Se compró un café y se sentó. "I hope this girl doesn't mind me sitting next to her", pensó. Y se sentó al lado de Ludmila. La joven seguía escribiendo: "¿Qué hago? ¿Le hablo? Me parece que no habla mi idioma... ¡Quiero conocerlo!", pero Ethan ni la notó. Abrió su notebook y empezó a llenar un formulario. Scott trabajaba en lo suyo.

Algo tenía que pasar. Tan cerca y tan lejos, tan parecidos y DIFERENTES a la vez. Y sí, pasó: a ambos les sonó el teléfono, ambos atendieron y ambos dejaron sus pertenencias a un lado. ¡Como si fuera una obra de teatro! Y ahí se vieron.


Scott y Martina, claro.

- Psst, ¡hola!
- Uh, what? Me?
- ¡Vos!
- OH, hey.
- ¡Me llamo Martina!

Se conocieron y se amaron. Scott decidió quedarse con ella para siempre. "My friends will take care of Ethan alright". Ethan volvió a su país y Ludmila, a su casa. Como si nunca se hubiesen visto. Scott aprendió español y Martina, inglés. Las amigas de Ludmila lo veían en los escritos de su diario y lo disfrutaban, tanto como lo hizo alguna vez Ethan (quizás más).

Scott era feliz, incluso sonreía de tanto en tanto. Pero no todas las historias de amor tienen finales felices. Las amigas de Ludmila escribían en inglés, recordemos este hecho. Justamente por esto, Scott vivió lo peor: Martina había ocupando su lugar.


WHY ARE YOU DOING THIS TO ME ?!


Martina no sabía qué hacer, no lo podía controlar. Y, no, no había forma de controlarlo. El amor se desintegraba y Scott estaba cada día más lejos. El fin de esta historia fue sólo cuestión de tiempo.


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Sí, cuento wannabe para niños. Para niños, con ganas de que lo lean los grandes. No sean chotos.